A tenor de los
resultados obtenidos en las recién pasadas elecciones caben muchas lecturas y,
sobre todo, mucho análisis; ¡mucho! Pero lejos de hacer las lecturas que otros,
mucho más entendidos y puestos al día que yo, ya han hecho me gustaría hacer
una reflexión a propósito de los resultados electorales y las composiciones de
las distintas administraciones a partir de esos resultados.
Y para entenderlo
mejor, me basaré en un ejemplo concreto, ficticio, pero concreto. ¡Con los ejemplos se entiende todo
mejor! Uno, inventado, pero ya saben que la realidad supera a la ficción con
creces:
En un municipio de
España, durante cuatro años, los partidos de la oposición (pongamos por ejemplo
a PSOE, UPyD, IU, Los verdes) han cargado contra el PP en el gobierno municipal
(con más o menos razón, pero, como se suele decir: ¡A saco!) por la corrupción,
la falta de sensibilidad para acabar con algunos problemas (o personas) que
sacudían al consistorio municipal, la falta de criterio para utilizar los
dineros públicos, las fracturas en el seno del partido en el gobierno, la
dejación de funciones para con la ciudadanía por parte de los miembros del
equipo de gobierno, ocupados en otras cuestiones más domésticas…
“Pero, hete aquí que…”
Que uno de esos partidos en la oposición en la anterior legislatura (pongamos
por ejemplo UPyD) ha conseguido unos excelentes resultados electorales, aunque
no haya ganado, que le permiten deshojar la margarita de si pactar con la lista
más votada (pongamos el PSOE, por ejemplo) o con otro (pongamos el PP, también
por ejemplo), que ha sacado menos votos pero que la aritmética electoral les
permitiría, con la suma de sus concejales, la mayoría absoluta.
Y aquí es dónde uno se
pregunta si el sistema no es perverso.
Y no porque se unan unos con otros u
otros con unos o los tres con el resto o todos con todos o.... No. Eso entra
dentro de las reglas del juego, de los pactos post-electorales para conseguir
estabilidad en el gobierno de la “res” pública, con mejor o peor resultado. No
es ahí.
La perversión del
sistema radica, a mi humilde forma de entender, en el hecho de que el ascenso en
votos de esa formación (que hemos llamado UPyD, por ejemplo), el que le ha
hecho posible doblar su número de concejales, se debe exclusivamente (en el
ejemplo que ponemos) al trasvase de votos de los votantes del PP, descontentos y ávidos de echar al mismo PP del gobierno (en nuestro ejemplo los
números suponen claro este trasvase de votos). Y evidentemente, uno se pregunta: ¿si se
produjera la coalición de fuerzas de esos dos partidos, el partido que ha doblado
su representación (hemos dicho UPyD, por ejemplo) a base de la confianza de los
votantes descontentos con el anterior gobierno (habíamos dicho el PP, por
ejemplo)… no estaría defraudando, engañando, ninguneando a los votantes que lo
han aupado hasta esa situación de privilegio a la hora de conformar gobierno?
Y si además, también
por ejemplo, si se supiera que hay quién está dispuesto a otorgar alcaldías por
un plato de lentejas (¡bueno, o un sueldete otros cuatro años!), y hay a quien
se le ríen hasta las cejas pensando en la posibilidad de ser alcalde de su
municipio (cosa que no imaginaba ni en sus mejores sueños). ¿No estaríamos ante
una peligrosa situación de que este “utópico” ejemplo se convirtiera en
realidad y que aquellos que viene a regenerar la vida política, debutaran
emponzoñándola aún más?
Bueno, de cualquier
forma no es más que una fabulación de un leguleyo en la materia. Pero, no me
digan que no sería curioso descubrir que los adalides de la limpieza, honestidad,
los de “otra forma de hacer política”, los de… en fin los de la esperanza de
muchos y muchos ciudadanos no asestarían un puyazo definitivo a la confianza, a
la última esperanza, de esos ciudadanos.
No se preocupen. No son
más que divagaciones. No creo que esto se pueda dar en ningún sitio. Además
como habrán observado he utilizado a UPyD que dudo que haya sacado mucha
representación, tal como están las cosas, para que pueda ser extrapolable el
ejemplo a la realidad.
¡Claro qué… si encima el ejemplo pudiera ser una
realidad, además hay que atender al hecho de que los representantes de esa
formación se sentirían libres para cometer el latrocinio! ¡Al fin y al cabo ya
no tienen jerarquía a la que dar explicaciones y todo apunta a que más pronto
que tarde, encima, serán una formación política distinta!
¡Lo que dan de sí unas
elecciones! A disfrutar señoras/es.